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domingo, 29 de junio de 2014

Dejar todo en la cancha

Foto de AgenciaUno

“Con esfuerzo los sueños se pueden hacer realidad”. ¿Cómo hacerle creer eso a un niño, después del partido de este sábado entre Chile y Brasil en el Mundial? Han pasado más de 24 horas y la incredulidad – mezclada con pena, impotencia y rabia – no desaparece. Que es “solo fútbol”, que “solo es un juego”, que “hay cosas más importantes”, que “la vida no se va en un partido”, todo eso es cierto, es racional. Pero la gracia del deporte más lindo del mundo es precisamente esa, que manda el corazón, la pasión, la emoción, para lo bueno y lo malo. No la razón.

Por eso es que los futboleros y futboleras, como yo, sufrimos un dolor inmenso este sábado. A todos se nos cayó una lágrima, porque acostumbrados a las derrotas vergonzosas ante los poderosos, esta vez sí que estuvimos cerca de vencer. Una pelota en el travesaño, en el último minuto de partido, nos rompió el alma, nos bajó de la nube a la cual nos estábamos subiendo, nos quito la posibilidad de dejar fuera de carrera a los mismísimos brasileños, y en su casa. Ese travesaño nos quitó la posibilidad de saborear lo que es la gloria, y cuando se está tan cerca de ella, duele mucho más el no poder conseguirla. 



¿Cómo seguir creyendo entonces que con el esfuerzo basta?, Y olvídense de los niños, ¿cómo sigo creyendo yo, a mis 29 años, que solo necesito esforzarme para llegar al éxito? porque si hay algo que caracterizó a la selección chilena fue el esfuerzo, la ambición por conseguir el objetivo, el trabajo constante. Y, ¿cómo terminamos?, eliminados nuevamente. ¿Cómo hacer para volver a creer? 

He dicho tantas veces en mi vida “no veo más fútbol”… he dicho tantas veces “no me ilusiono más, y menos con la selección”. Pero la pasión es la pasión, y el fútbol es la mía. He ido madurando con el tiempo, entendiendo que no siempre se puede ganar, y que es necesario perder para luego saber vencer. Pero hay veces, como la del sábado, que duele igual. 

Tras masticar la amargura, tras darle vueltas al partido quinientas veces, llegué a la conclusión de que sin ilusión, sin motivación, no somos nada. Por eso hay que ir renovándola. No solo en el fútbol, en la vida. 



El otro día, en un programa de ESPN sobre los Mundiales, entrevistaron a uno de los jugadores de la selección de Italia en el Mundial de España 1982 (creo que era Paolo Rossi), que marcó el primer gol en la final ante Alemania. Su tanto fue de cabeza, tras un centro desde la derecha. Al relatar cómo fue su gol, que abrió la senda para que la “azzurra” se quedara con una nueva Copa del Mundo, decía que de 20 centros que le tiraban por partido, 17 iban pasados o eran despejados por algún jugador contrario. Pero que él, como delantero, tenía que intentarlo siempre, lanzarse esperando que la pelota llegara, porque uno de esos centros iba a ser perfecto, y su misión era estar preparado para aprovechar la oportunidad. Lo hizo, probablemente en el centro número 19, y en el minuto 57 de un apretado partido. Ganaron 3 a 1.

Esa historia, sus palabras, me dejaron pensando. Se me quedaron grabadas. Porque eso es la vida. Es estar preparado para cuando la oportunidad, ESA oportunidad, llegue. Por eso siempre hay que lanzarse, no importa cuántas veces fallaste antes, no importa cuánto dolieron los fracasos del pasado, hay que volver a intentarlo. Lo mismo pasa con el fútbol, con la selección. Quizás disfrutaré de algún triunfo de Chile en 10, 20, o 30 años más, no sé cuándo. Pero si pierdo la esperanza, pierdo todo. Y con el juego que demostró la “Roja” en este Mundial, con la actitud que tuvo cada jugador, con el cariño que le tuvieron a la camiseta, no puedo perder la esperanza ahora. 

Se viene la Copa América 2015. Los mismos que lloramos el sábado, nos estaremos ilusionando y sufriendo de nuevo en unos meses más. Garantizado. Y al final, se puede ganar o perder, pero dejar todo en la cancha, eso es lo que importa.