Confieso mi absoluta devoción por
Mario Benedetti. Mis amigos lo saben. Si usted, que está leyendo esto, no es mi
amigo, se lo cuento: Amo a Benedetti. Lo amo porque me gustaría escribir como
él sobre el amor. Si definir el amor ya es una cosa complicada, imagínese
escribir de ese sentimiento. Benedetti lo hace como nadie.
“Primavera con una esquina rota”
se llama el libro. Hace poco había leído “La Tregua”,
entonces pensé: “Si este libro es la mitad de bueno que La Tregua, me doy por
pagada”. Lo busqué, y resulta que está agotado. “Ese libro no lo
va a encontrar”, me dijo un vendedor de una de las tantas librerías que
recorrí. No me quedó otra que dejar de lado la tontera (?) del derecho de autor
y bajarlo de Internet (cosa que ustedes también pueden hacer, aquí).
La historia se desarrolla en la
época en que Uruguay estaba en dictadura (1973-1985). Santiago, preso político
desde hace 5 años, escribe desde su celda cartas a su esposa (de la cual está más
enamorado que antes de ser detenido), Graciela, a su padre, Rafael y a su pequeña
hija, Beatriz. Benedetti desarrolla el relato a seis bandas, ya que cada
capítulo está dedicado a una persona, a los que hay que sumar Rolando (amigo de
Santiago), y él mismo, que cuenta su propia experiencia de exiliado.
Resulta que la distancia no es en
vano. Que la imposibilidad de tocar, acariciar, consolar, de simplemente mirar,
deja heridas, y lo peor, cicatrices. “Hace aproximadamente dos meses que no
tengo noticias tuyas. No te pregunto qué pasa porque sé lo que pasa. Y lo que
no”, le escribe Santiago a Graciela en el primer capítulo. ¿Cómo mantener vivo
el amor con alguien que no puedes ver?, Graciela no pudo, y el libro cuenta
también su lucha por, primero aceptarlo, y luego explicarlo, al padre de su
esposo (Rafael), y al amigo (Rolando), del cual ahora está enamorada.
Además de gustarme el estilo que
ocupó Benedetti (la prosa), me agradó que en esta historia no hay personajes malos
(bueno, excepto los milicos uruguayos… ¿O los milicos en general?). No hay
blanco o negro, sino matices, muchos matices que llevan a que una mujer se
enamore del amigo de su esposo preso, que ese amigo le corresponda, y que exista
la disyuntiva de qué hacer. ¿Enviarle una carta a la cárcel y decirle que ya no
lo ama?, ¿Esperar a que salga?, ¿Y por mientras empezar la relación, o ocultar
los sentimientos? (¿Se puede ocultar los sentimientos?).
A todo esto hay que sumarle el
gran personaje que es Beatriz, una niña encantadora que idolatra a un padre que
prácticamente no conoce, pero que espera con ansias volver a ver, y el trabajo
que hace Benedetti para explicar lo que se siente ser un exiliado político. Las
inevitables fracturas que el ser obligado a irte de tu país generó en la
sociedad uruguaya (buena, y en las sociedades latinoamericanas que pasaron por
algo similar). Un relato emocionante, divertido, en ocasiones triste, pero que
de una extraña manera llena el alma y te deja con un nudo en la garganta.
Por último, leí que algunos criticaban
el final “inconcluso” del libro, pero yo creo que aquellas personas no
entendieron la idea. El final de la historia está en el libro, solo hay que
prestar mucha atención y admitirlo.
Don Mario, usted es un crack.
Extracto del libro (Página 13):
“¿Te das cuenta de que te
extraño?, Pese a mi capacidad de adaptación, que no es poca, ésta es una de las
faltas a las que ni mi ánimo ni mi cuerpo se han acostumbrado. Al menos, hasta
hoy. ¿Llegaré a habituarme? No lo creo. ¿Vos te habituaste?”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario