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lunes, 23 de agosto de 2010

33 Vidas, Un milagro.


Ayer vivimos uno de esos momentos únicos en la historia de un país. Después de 17 días, los mineros atrapados en la mina San José eran localizados y daban señales de vida. El efecto que este hecho produjo, desde mi punto de vista, fue inesperado. Si bien sabía que era un tema que ocupaba todas las portadas y titulares de los medios de comunicación, no me imaginaba que se convertiría en un suceso de unidad nacional, de solidaridad, patriotismo y orgullo.

El 5 de agosto comenzó una historia de terror, que quizás, puede terminar con el más hermoso de los finales. 33 mineros quedaban atrapados en una mina del norte de nuestro país. No se sabía su estado real, y las probabilidades de encontrarlos eran bajas. Las familias angustiadas se atrincheraban en las inmediaciones del lugar y el Gobierno asumía el desafío de emprender la “operación rescate”.

La Montaña no ayudaba y la congoja recorría el país. Había que comenzar a prepararse para lo peor. Solo quedaba rezar, para los creyentes y para los que no lo somos tanto. 17 días después, a las 6 de la mañana, la historia tuvo un giro radical. Una de las sondas que pretendía llegar al lugar donde posiblemente se encontraban los mineros, había dado con el objetivo y era cuestión de horas saber si efectivamente los trabajadores estaban ahí. El Ministro de Minería pedía cautela y los familiares regaban la semilla de la esperanza. Mientras retiraban la sonda, sucedió lo que pocos esperaban, en uno de los tubos venía un papel con letras rojas que decía: “Estamos bien en el refugio los 33”.

Una de las frases más importantes en la historia de Chile, sin duda. Estaban vivos, estaban bien. La mina nos perdonó y los va a devolver sanos. Los gritos y llantos de alegría que expresaron los rescatistas al leer el mensaje demuestran lo comprometidos que estaban con sus compañeros. Esas letras rojas representaban el triunfo de la inteligencia, la fe de los familiares, la solidaridad de los rescatistas y voluntarios, de la logística de los ingenieros y el ministerio, era el triunfo de Chile.

Ahora queda el tramo final, el poder sacarlos de la tierra y devolverlos a sus familias. Pueden ser meses, pero lo importante es que se logre. Y lo importante también es que se aprenda la lección. Sabemos que el hombre, por naturaleza, debe caerse para aprender y no hay mejor ejemplo que el de estos 33 mineros. Las empresas deben, por la razón o la fuerza, entender que con la vida de los trabajadores no se juega. Que la seguridad laboral es importante. No sólo de los mineros, sino de las temporeras, los hombres de la construcción, los pescadores, etc.

Los dueños de la mina San José deben ser juzgados por su irresponsabilidad, y así sentar un precedente para el futuro. Por ahora, mientras las autoridades investigan, hay que seguir trabajando para que este milagro o esta suerte, llámelo como quiera, finalice pronto y con esos hombres caminando en tierra firme y con el sol en sus caras. ¡FUERZA MINEROS!

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