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martes, 4 de enero de 2011

La campaña de Unicef contra la violencia infantil.

"Hay niños que juegan a ser invisibles por temor a ser maltratados"

Hoy se lanzó la campaña de Unicef sobre el maltrato infantil. "Con violencia no se aprende, ponte en su lugar" es el nombre de esta idea que pretende prevenir este tipo de conductas. Según cifras de esta corporación, 3 de cada 4 niños sufren de algún maltrato, físico o psicológico, en su propio hogar. Es decir, el 75% de los niños en nuestro país es victima de violencia. 

La violencia va desde  golpes graves, que suelen dejar secuelas, hasta samarreos, "coscachos" o insultos. En nuestra sociedad, se suele pensar que con este tipo de conductas los niños son mejor educados y aprenden a respetar. No lo voy a negar, yo soy partidaria de que de vez en cuando, todos merecemos su buena patada en el trasero.  Pero, cuando leo esta campaña, recuerdo los días de mi niñez. No fui una "pequeñuela" exclavisada, ni mucho menos, pero mi Padre es un hombre criado a la antigua, que creía (y cree) fervientemente en que el correazo y el miedo ayudan a imponer orden en la casa. 

Somos 7 hermanos, y esta conducta le duró hasta el cuarto hijo. Con los tres más pequeños aplicó la táctica de "hagan lo que quieran", esa que suelen ocupar los padres cuando ya se cansaron de educar. Yo debo reconocer que creo que en una casa debe haber respeto hacia los padres, no tutearlos, y si no estás de acuerdo con ellos, lo mejor es argumentarles que están equivocados aunque nunca resulte porque nunca lo reconocen.  Pero lo único que consiguió mi padre es que siempre le tuvieses miedo, y algunas veces, hasta odio. Por que nosotros no respetábamos a mi padre, no creíamos que era nuestro héroe, no nos atrevíamos a contarle nuestras cosas, solo le teníamos miedo. Y ese miedo, a medida que trascurrían los años, se transformó en desprecio. 

Nunca, NUNCA, se me va a olvidar una vez que mi papá estaba tratando de explicarle un ejercicio de matemáticas a mi tercer hermano. El pobre no entendía y mi papá lo trató mal y le pegó una cachetada. Yo, que tenía como 12 o 13 años, verde de rabia, le dije: "con golpes no va a entender". Mi papá me miró y me dijo: "la próxima vez que se te ocurra corregirme, la cachetada te la vas a llevar tú". En ese momento, ESE DÍA, entendí que yo era más inteligente que él, que sólo tendría que esperar que transcurrieran los años para esperar que algún día él entendiera que estaba equivocado. 

Con estos recuerdos no pretendo dar lástima ni mucho menos. Solo pretendo que entiendan que los golpes hacia nuestros hijos, sobrinos o nietos, en un 95 % de las veces, NO ayudan a "educarlos", sino más bien les enviamos un mensaje sobre cómo arreglar, de la peor manera, los problemas. Les enseñamos que hablar y razonar no sirve de nada, y que solo la fuerza bruta es válida. Por eso, ¡NO A LA VIOLENCIA INFANTIL!



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